De un lado están los
obcecados en la obviedad; de otro, los sedientos de leyenda. En el centro, en
el foco, el hombrecillo tambaleante que sale de un rincón, camina hacia la luz
y hace enmudecer a la murmurante penumbra. Y enmudecen los suspicaces, los que
no parecen sino confirmar satisfechos la rumiada sospecha –esto es, que 88
teclas son demasiadas para 77 años–; y enmudecen también los devotos, en
hierática reverencia tan solo quebrantada por salvas de aplausos que obligarán
al hombrecito a recorrer varias veces, casi suplicante a la postre, el camino
que conduce a la luz y a las teclas para obsequiar a la sala con dos luminosas
propinas.
Pocos días antes Maurizio Pollini había cancelado su recital,
uno de los pocos que ya concede al año, en Lugano. Poder verlo –sí, verlo– y escucharlo en Madrid, adonde lo
trajo el XXIV ciclo de grandes intérpretes de la Fundación Scherzo, es un
regalo. También para las exigencias de tisú. En el programa, breve pero generoso,
dos de los compositores cuyo nombre está ya indisolublemente trenzado con el
del italiano: Chopin y Debussy. Y allá están sus grabaciones discográficas para
el que quiera encontrarse con un pianista joven, que bajo el foco del
ensombrecido Auditorio lo que tuvo lugar fue el milagro, tan infrecuente en las
salas de conciertos, de la música naciendo y desvaneciéndose, entrando en la
luz y volviendo a las sombras. En el grupal recogimiento, o quién sabe si a
causa de éste, fue la música lo que se impuso como si no se tratara de otra cosa que la
improvisación de una idea. Estaba
sucediendo, bellamente imperfecta. Con eso, que es mucho, bastaba. Y si Chopin
sonó a Debussy, inesperadamente atmosférico y difuminado –empezando por los
nocturnos y culminando en una maravilla de Berceuse– Debussy resultó más medido, más técnico. Menos inspirado, quizás, pero curiosamente
más preciso.
De propina más Debussy y, por último, otra vez Chopin. Exhausto,
Pollini abandona el foco y el escenario y desaparece por una puerta lateral. Se
hace de nuevo la luz en la sala y se advierte en los rostros que todos han descubierto
algo: los unos, la existencia de pasión, fuerza y verdad en la vejez. Los
otros, no dan crédito, la vejez misma.
Maurizio Pollini, piano
Obras de F. Chopin y C. Debussy
Grandes intérpretes. Fundación Scherzo
Auditorio Nacional de Música. Madrid. Sala sinfónica. 11/2/2019
Maurizio Pollini, piano
Obras de F. Chopin y C. Debussy
Grandes intérpretes. Fundación Scherzo
Auditorio Nacional de Música. Madrid. Sala sinfónica. 11/2/2019
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